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Siete relaciones tóxicas... y las que vengan después

¿Por qué ligas con quien ligas? ¿Cuántas relaciones tóxicas eres capaz de coleccionar? ¿Y qué vas a hacer al respecto?

personas que coleccionan relaciones tóxicas y se equivocan al elegir pareja

El coleccionista de desengaños amorosos

Sucedió cuando Eva Moreno y yo ofrecimos la charla con la que Paraula de Santa Coloma inauguró la temporada. De sexualidad y relaciones tóxicas iba la cosa… y de nuestros libros. 

Al acabar dimos al público la oportunidad de preguntar lo que desearan. Y entonces se levanta un hombre que dijo haber hecho un máster en la universidad de la vida sobre relaciones desastrosas, y se enfrascó en un monólogo sobre las siete relaciones tóxicas que ha tenido, después de las cuales había llegado a la conclusión de que las mujeres teníamos grandes habilidades para envolver a nuestras presas en una tela de araña, aunque hubiéramos dicho —según él— que suelen ser ellas las víctimas en este tipo de relaciones de pareja. 

Y yo me pregunté para mis adentros: ¿dónde ha tenido este hombre las orejas durante la hora que duró la exposición? 

Porque Eva Moreno, que es sexóloga y terapeuta, lo dijo y lo repitió: tanto los modelos de relación tóxica como el maltrato psicológico puede darse entre homosexuales y lesbianas como en parejas heterosexuales. Y la víctima puede ser el hombre, la mujer o los dos miembros de la pareja cuando se maltratan el uno al otro. O más de dos en las relaciones poliamorosas. 

Te aseguro que en ningún momento dijimos que en estas relaciones la mujer siempre fuera víctima y el hombre el maltratador. 

Eva Moreno, autora de Mi deseo depende de mí, habló de relaciones en las que un miembro de la pareja quiere tomar el control de todo, y el otro se lo permite hasta llegar a anularse, habló de relaciones de codependencia, de aquellos que establecen la relación con unas expectativas irreales, de los que esperan que la persona ideal (producto de su imaginación) le dé toda la felicidad y que tenga telepatía, de los que se alimentan de reproches que se arrojan el uno al otro, de las relaciones basadas en mentiras continuas donde falla la confianza… 

En definitiva, tipos de relaciones en las que cualquiera, sea hombre o mujer, pueden desempeñar un papel u otro. Y, a veces, hasta se los intercambian. 

Sin embargo, nada de eso escuchó este asistente a la charla. Insistió en que acababa encontrándose con el mismo tipo de mujer que la primera de la que se enamoró y con quien le hubiera gustado continuar. Mujeres a las que acababa dejando porque no eran como él imaginaba. Ranas que no se convirtieron en princesas.

Y esa es la cuestión: si te equivocas una y otra vez, ¿no tendrías que tener una conversación contigo mismo y averiguar cómo diablos te lo montas para acabar en el mismo sitio, en lugar de señalar con el dedo a la otra persona? 

romper y repetir relaciones tóxicas

Haz que amar valga la pena

Un fracaso debería servir para conocerte mejor, para plantearte qué pasó, qué sucedió en la relación, qué dinámica de pareja era esa que te dejó hecha un trapo, y cuáles son los primeros pasos que diste para comenzar a establecerla. 

Porque un fracaso amoroso no es responsabilidad de uno solo de los componentes de la pareja. 

Nadie es del todo culpable ni del todo inocente. 

Tal vez sea verdad que uno siempre se quedó colgado de ranas creyendo que eran príncipes o princesas. En ese caso, tendríamos que plantearnos por qué nos equivocamos siempre al elegir de quién nos enamoramos, qué nos atrae de ese tipo de persona. 

Desde luego, si uno se contenta con el «yo no tengo la culpa de nada, es que todos o todas sois iguales, seres perversos y manipuladores», está claro que estás condenado a continuar coleccionando relaciones tóxicas, esas que envenenan y causan tu desdicha. 

Verás, yo nunca he tenido muy claro que amar y depender no sea lo mismo, que cuando sientes amor por alguien, por muy equilibrada y muy bien amueblada que tengas la cabeza, no acabes por depender de la persona amada. 

Creo que eso de que amar no es depender es otro mito de la sociedad moderna. 

¿Cómo no va a afectarme que deje de quererme, que no le preocupe cómo me encuentre, que no le apetezca compartir nada conmigo, que se enamore de otra persona y me abandone? 

Pero este es otro tema que quizá trate en otra ocasión. 

El caso es que me parece que, cuando amas a alguien, tu bienestar va a depender de ese alguien. Y para no resultar herido ni regresar al camino de la desdicha, uno tiene que saber elegir a la persona que no te desengañe, o averiguar qué tipo de dependencia puedes establecer para encontrar satisfacción en ese amor, cómo evitar una manera de relacionarte que te haga sufrir. Y eso no depende, valga la redundancia, de cómo es el otro, sino de cómo actúas tú. 

Cuando escribía libros sobre relaciones siempre había alguna editora que me decía «no escribas que tener una buena relación implica trabajo, que a los lectores no les gusta». Pues lo siento. Si no te gusta, quédate sin pareja, porque eso del amor no va contigo. 

Construir una relación amorosa que valga la pena es una empresa de gran envergadura. El amor que vale la pena no es un maná que te va a caer en los brazos mientras pones sonrisas en los selfies que haces para Instagram. 

Tienes menos probabilidades de tropezar con la pareja ideal de que te toque la Lotería Primitiva. Para que  una relación salga bien hay que currárselo. 

Recuérdalo cuando el amor te dé una nueva oportunidad.

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