Recién oído en el mercadillo: "El marido de mi vecina el chumino no me lo ha visto, pero el color de la braga sí sabe cómo es". ¿Ves, cariño, qué bien hicimos en comprarnos la secadora? Lo he escrito esta mañana en el muro de facebook. Si de algo puede presumir una es de salir siempre de casa con la caña dispuesta a pescar retales de realidad. Después del delicioso ejercicio de echarse unas risas en la red social, me he dedicado a la cocina, porque el reloj así lo ordenaba. Y allí, como en la ducha, siempre se me dispara la imaginación (lugares muy bien indicados, ambos, para inspirarse y sufrir accidentes domésticos). Me he puesto a pensar en la autora de la frase, casi tan entrada en años de matrimonio como en los de la vida. La imaginé recién llegada de la peluquería, con el corte de pelo y el tinte retocados. Apenas un ligero cambio, y aun así, esperaba que el marido se detuviera a mirarla. ¡Qué demonios! También ella se olvidó de mirarlo