Hace casi un año, la revista Psycologies me invitó a escribir unas líneas sobre lo que me excita. Ahora que se acaba la Navidad, quiero colgar el texto como post-regalo de Reyes Magos para mi pareja. Ahí va: “Me excitan los placeres cotidianos y domésticos. Esos pequeños ritos que me unen a él, un lenguaje que sólo para nosotros tiene sentido, guiños que los demás no comprenden. Las fragancias que se escapan cuando asoma la mañana, al abrir la puerta del baño después de su ducha, alcanzan mi cama y se cuelan dentro de mí, como un ladrón de alcobas, hasta despertar mis pezones. Escucho sus pies descalzos que se aproximan, el crujir de las ropas, el suave deslizarse por sus piernas, sus brazos, su espalda. Siento su peso en el colchón, al apoyar las manos para besarme la mejilla. Un leve giro de cabeza, y mi pelo enmarañado cae a un lado. Con el rostro hundido en la almohada y la certeza de su mirada en la curva de mi cuello, espero sus labios que dibujan en el hueco un rosario