Porque es la única oportunidad que tiene tu pareja de ver a sus padres durante el año. Porque echa de menos ese rincón del mundo en el que nació y vivió su infancia. Porque el presupuesto no da para mucho más, y el alojamiento sale gratis. Porque son las fiestas de su pueblo. Porque vuestros hijos jugarán con sus primos… Son muchos los motivos que animan a planificar unas vacaciones en casa de los parientes. Pero, ¿y si las relaciones con la familia política no suele ser para tirar cohetes? ¿Hasta qué punto vale la pena sacrificarse?