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Mamá y, sin embargo, amante: los beneficios del sexo programado

La llegada de un hijo lo trastoca todo, no solo el papel de la mujer que ha trabajado para triunfar profesionalmente, sino también la relación con la pareja. El aumento de las obligaciones y las responsabilidades, y el sentimiento de culpa cuando la mamá dedica tiempo a cualquier cosa que no sea su bebé conducen a dejar aparcado lo que parece menos necesario: el sexo.


Madres trabajadoras y programar las relaciones sexuales


Bendito sea el sexo programado

Hace cosa de un año, la sexóloga Eva Moreno y yo ofrecimos una charla sobre sexualidad y relaciones tóxicas, y de cómo se muestran en la literatura. 

Bueno, vale, sí, hablamos de nuestros libros. Eso también. Yo hablé de mi novela Alas negras y chocolate amargo, por el caso de maltrato psicológico que en ella se presenta, y haremos referencia al libro de Eva Mujeres, juguetes y confidencias, en el que tuve el gusto de colaborar, y en el que incluimos la narración de una reunión Tapersex

Planificar esta charla me trajo a la memoria la mañana en que estuvimos en la editorial para hablar sobre el manuscrito con algunos empleados del departamento de comunicación y de la edición, y recordé, decía, el comentario de una de las mujeres que estaban presentes: 

«Cuando tienes un crío, bueno, ya sabes, aprovechas el ratito que tengas. Vamos, que mi marido y yo, en cuanto vemos que se ha quedado dormido, nos ponemos a ello, aunque sea uno rapidito, antes de que despierte». 

El comentario provocó unas risitas extrañas, más bien nerviosas, y movimientos afirmativos de la cabeza. No creo que fueran reparos o incomodidad porque una compañera de trabajo contara una intimidad, no. La intuición me dijo entonces que sus compañeros la vieron como una rara avis, que la experiencia de los demás había sido muy diferente, porque cuando tienen un bebé, la mayoría de las parejas aprovechan los ratos libres que este les deja para hacer cualquier otra cosa antes que retomar las relaciones sexuales. 

Nace un bebé. Muere el sexo

Hasta donde yo sé, la mayoría de las parejas son como Carla y Raúl. Mientras fueron novios y matrimonio sin hijos, les encantaba disfrutar de su intimidad. No se cansaban de estar a solas y de salir los fines de semana sin los amigos. En las reuniones familiares parecían recluirse en un mundo aparte donde no se admitían injerencias. Él, reservado, pero atento a su pareja. Ella ponía la chispa, las risas, las muestras de afecto. Cuando se quedó embarazada se lo advirtieron: «Ya verás cómo cambian las cosas cuando llegue el rey de la casa, ya. Dejarás de dar tantos mimos a tu maridito». 

Y así fue. 

El bebé está a punto de cumplir un año de vida, y durante ese tiempo Carla y Raúl han abandonado sus relaciones sexuales. Como muchos otros padres, han permitido que un hijo dinamite esa intimidad y pasión que con tanto celo habían cuidado. Los cambios hormonales, las molestias, el cansancio, las intromisiones de la familia y las necesidades de la criatura suelen ser los causantes de que la pareja sacrifique justamente lo que provocó que el test de embarazo diera positivo: el sexo. 

Los hijos suelen absorber, interferir y acaparar la atención de los padres. Y es lógico y natural. Y está bien que sucede así con un ser dependiente, siempre que esos padres no olviden que la relación íntima, la de ellos, también necesita mimos y cuidados. 

Por desgracia suele ocurrir lo contrario: muchas parejas dejan de lado el sexo desde el momento en que saben que han concebido a su futuro retoño. 

¿Sabes que un embarazo puede servir como terapia sexual?: ofrece a hombres y mujeres la oportunidad de salir de la monotonía, de experimentar y comprobar que existen otras prácticas sexuales tanto o más satisfactorias que la penetración. 

Para algunas parejas el deseo de tener un hijo puede plantear problemas antes de que comience la gestación. Se toma la decisión de dejar los métodos anticonceptivos, pero pasa un mes, y otro, y otro, y nada. La buena noticia no llega. El sexo puede convertirse entonces en una obligación, se pierde la espontaneidad, hay que cumplir en días fértiles se tenga ganas o no, y la idea de no obtener el resultado que se espera sume a la pareja, especialmente a la mujer, en un estado de ansiedad que aleja el erotismo del dormitorio. A no ser, por supuesto, que se haga hincapié en el juego, los preparativos y la diversión. 

Después del parto, ¿a dónde fue a parar el deseo sexual?

Nada más nacer la criatura, Carla y Raúl se pasaron la primera noche en vela, contemplándola, en brazos del uno y de la otra, desoyendo los consejos de la enfermera. Aquello fue un anticipo de lo que llegaría después. Ella se estresó más de la cuenta entre pañales, tomas de leche y dolores de tripa de la criatura. Y contagió a Raúl de su estrés (provocado también por la falta de sueño) que, a pesar de asumir sus nuevas responsabilidades como pocos hombres suelen hacerlo, comenzó a vivir su papel de padre con excesiva ansiedad. Cuando llegaban a la cama, Carla no tenía ni tiempo ni ganas de revolcones. Él prefirió no insistir y esperar que ella le avisara del momento en que podían reanudar sus contactos sexuales. 

Pasada la cuarentena y con el permiso del ginecólogo nada debería dificultar el regreso a la vida sexual, sin embargo, para numerosas parejas ésta es una tarea más costosa de lo esperado. Las causas, como ya se han apuntado, suelen ser el estrés, primar los papeles de padre y madre y olvidar su identidad como pareja sexuada (¡algunos cambian sus nombres propios por los de “papá” y “mamá”!), y también la inhibición sexual que padecen muchas mujeres durante el periodo de lactancia por la acción de la prolactina. Algunas, demasiadas, dejan de sentirse atractivas tras los cambios que ha experimentado su cuerpo. 

El bebé, un ser totalmente dependiente, parece colmar todas las aspiraciones de la pareja, cada una de sus muecas es un regalo para los anonadados papás. Y cuando gana en autonomía nacen nuevas preocupaciones: sus gateos, caídas, las manos que llegan a enchufes y objetos peligrosos… A pesar de todo, ya va siendo hora de que la pareja recupere parte de la intimidad de la que antes disfrutaba, que busquen y reserven espacio para los dos, porque si tardan mucho en superar esta situación puede llegar el distanciamiento. 

El cansancio y el sueño son malos amigos del deseo sexual. 

¿Solución? 

Repartir las cargas y encontrar espacios y momentos para la pareja. Ten en cuenta que el sexo también es comunicación de sentimientos, ternura y cariño, elementos vitales para la supervivencia de la relación. De modo que no hay que sentirse culpables ni egoístas por dejar a vuestro hijo al cuidado de otras personas con el objetivo de disfrutar de vuestra unión. 

Excusas para rendirse a la pereza sexual

En ocasiones, la pérdida de placer y del deseo tras el parto se deben a causas que nada tienen que ver con la aparición de los hijos, sino con una relación sexual que ya era poco satisfactoria anteriormente. A veces porque los hombres son poco imaginativos y ellas no han sabido pedir lo que les apetece; otras porque las mujeres se han emparejado con el fin de procrear, sin esperar que ellos sean unos cracks en la cama. En estos casos, el nacimiento de un bebé puede servir de excusa para abandonar las prácticas amatorias. 

Otras mujeres, en cambio, desean con locura recuperar la relación que tenían. No es fácil. Después de muchos esfuerzos, de llenar de atenciones al bebé y al marido durante el día, de pasar demasiadas noches en vela y de retomar la jornada laboral tras la baja por maternidad, llegan a la cama sin energías. Ha llegado el momento, quizá, de cambiar las pautas de conducta, como hacen algunos padres que, en lugar de dejar el sexo para la noche —con la cuna del niño junto al lecho matrimonial—, recurren a la hora de la siesta, antes de que llegue el agotamiento, y a una estancia distinta de aquella en la que se encuentra su vástago, para no inhibirse ante su presencia. 

En otros casos, el nacimiento del bebé pone de manifiesto un problema que ya existía, cuando la pareja, inconscientemente o no, ha tenido un hijo para resolver una crisis matrimonial. Grave error: si no había armonía antes del embarazo, el niño acaba por desunir a sus progenitores, puesto que la situación empeora, en el plano sexual y el afectivo. 

Qué les pasa a los hombres

Muchos son los hombres que se quejan de que sus mujeres ya no están por ellos, de que el hijo les ha robado a su amante esposa, de que entre madre e hijo existe un vínculo que les excluye. Y no les faltan razones para sentir celos. 

Pero el cambio en los sentimientos sexuales hacia la pareja no es exclusivamente nuestro. Algunos hombres rechazan el sexo porque ven a la mujer como madre, con la consecuente pérdida de erotismo. Esos pechos que antes despertaban su libido, que deseaban besar, lamer y acariciar, son los que ahora amamantan a su prole. Cumplen una función diferente y les cuesta encontrar la manera de recuperar la imagen de ese cuerpo. 

Presenciar el parto puede agravar el conflicto. El niño sale por el mismo hueco que él introduce el miembro, y contemplar el momento de la expulsión puede acabar con la sensualidad de la pareja. Por este motivo, los especialistas aconsejan que el padre se quede en el lado de la parturienta y no frente a ella. 

Bueno, por eso, y para que no la líen con sus desmayos. 

También se cortan algunos hombres si el niño duerme en el mismo dormitorio, algo muy frecuente por cuestiones prácticas, como tener mayor disponibilidad para darle las tomas de leche o atenderle cuando llora. Hay parejas que son capaces de hacerlo en esas circunstancias, pero otras se sienten exhibicionistas, se avergüenzan o se desconcentran con cualquier movimiento del bebé. 

Esas criaturitas entrometidas…

Algunos padres llegan al extremo de evitar darse un beso u ofrecerse cualquier otra muestra de cariño y afecto en presencia de sus hijos, como si el amor fuera algo sucio que tuviera que ocultarse. 

Cuando el niño crece, sus progenitores permiten que se entrometa, que se coloque siempre entre ambos cuando pasean o se sientan en el sofá, que no les deje tener una sola conversación adulta sin meter baza (¡como si la mayoría de vuestras conversaciones no giraran en torno a él!) y hasta que duerma con demasiada frecuencia en el lecho conyugal. 

De ahí la necesidad de educarles para que respeten la privacidad de otras personas, empezando por la de papá y mamá, y que entiendan que eso no significa que se les quiera menos. La pareja tiene que marcar su territorio, enseñarles a llamar a la puerta del dormitorio antes de entrar o poner un pestillo si fuera necesario, y devolverle a su cama cada vez que se meta en la de ellos. 

Durante unos cuantos años, demasiados, vuestro mundo girará en torno a los hijos: conversaciones, salidas, programación televisiva, vacaciones… todo se programará de forma adecuada a su edad. Sin embargo, aunque sea eso lo que toca ahora o lo que más os apetece, no podéis ni debéis aislaros. Cuidad las relaciones con los amigos. También con los que no tienen hijos. 

«Yo no entiendo nada», comenta la hermana mayor de Carla, «después de que mi hijo naciera, no deseaba más que se durmiera o que se lo llevaran los abuelos para lanzarme sobre mi marido. Podría decir que tenía más ganas que antes». 

¿Ves? Otra como aquella editora. Y es que no faltan las mujeres que descubren un cambio en la sensibilidad de la vagina tras recuperarse del parto, con lo que obtienen un placer mayor durante el coito que antes de ser mamás. De modo que a sacudirse la pereza. Sin dejar de disfrutar de tu recién estrenada maternidad, hay que recuperar aquella otra faceta de tu vida, tan placentera y gratificante, la de amante. 

Carmen Laforet citas sobre el matrimonio

Más vale sexo programado que sexo ausente

Volviendo al inicio de este post y de la “confesión” de aquella editora, yo os confieso también que me he hecho muy fan del aprovechamiento de los quince minutos, desde que sé lo que es cuidar de alguien dependiente, ya se trate de una madre postrada por la enfermedad o de un bebé. 

Antes no, antes necesitaba saber que contaba con una mañana entera de aislamiento para dedicarla a la escritura. Ahora, en cuanto sé que tengo unos minutillos, abro el cuaderno o el portátil y escribo unas líneas. Y, oye, puede que me cunda más y procrastine menos. 

Las mujeres sabemos mucho del aprovechamiento de los quince minutos: para poner la lavadora, para hacer las camas, para corregir este post, para preparar una charla, para responder a emails… pero ¿qué pasa con planificar un encuentro sexual? 

¿Y los hombres? ¿Qué ponen de su parte para que la madre de sus hijos reserve energías? ¿Qué hacen por repartir responsabilidades en casa? 

Ah, no… ¡uf! Sexo programado, sexo domesticado, qué aburrido. Lo guay es que te sorprendan. Ya, claro. 

A ver, queridos, para que alguien te sorprenda, ¡ese alguien tiene que planificar la sorpresa! ¡Tiene que pensarla y meterla en la agenda, marcarla en el calendario! 

Además, esa planificación ya es un afrodisíaco, porque pensando en ello se enciende el deseo adormilado. Aquí te dejo unas cuantas propuestas para recuperar la relación erótica tras la llegada de los hijos: 

Siempre que podáis, contratad una canguro o dejad a los niños con alguien de confianza y salid de casa. 
Otra opción es dejar a los niños en casa de alguien y quedaros en vuestro nido. Así podréis recobrar la espontaneidad y la intimidad perdidas. 
Cuando hagáis el amor en casa procurad que los niños duerman. El primer sueño es muy profundo, será más difícil que se despierten. 
Buen momento el de la siesta. Si son mayores y no se acuestan por las tardes, probad a ponerles una película de vídeo y hacedla vosotros. 
Educadlos. Han de aprender a respetar vuestra intimidad y llamar a la puerta antes de entrar, cuando la encuentren cerrada. 
Si teméis que os oigan, podéis poner música a un volumen moderado, disfrazará los posibles ruidos. 
Concentraos en lo que hacéis. No es el momento de acordarse de que hay que comprar papel higiénico o de que al niño se le rompió la mochila. 
Cuando salgáis, no arruinéis el clímax con un diálogo sobre vuestro papel de padres. Haced un poco de memoria y pensad en lo que hacíais y lo que hablabais antes de que naciera la criatura. 
Vestíos para la ocasión, para seducir a vuestra pareja. Echad mano de vuestras armas de seducción. 
El mejor destino para las escapadas de fin de semana es aquel que ya conocéis. Así no tendréis que hacer turismo y podréis dedicar tiempo a los asuntos más íntimos. 
Hagáis lo que hagáis y vayáis a donde vayáis, estad muy pendientes el uno del otro y relajaos, disfrutad del momento, que ya tendréis tiempo de volver junto al niño y estresaros de nuevo. 

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