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Razones para ser feminista en el siglo XXI

Trabajamos, ganamos dinero, podemos votar, vamos a la universidad, contratamos asistentas… ¿Qué más queremos? ¿De qué nos quejamos? ¿Tiene algún sentido ser feminista en este siglo?


¿Las mujeres tenemos motivos para ser feministas en este nuevo milenio?

En octubre de 2016 las mujeres islandesas dijeron “Basta” y salieron antes de trabajar para exigir que su salario se igualara al de los hombres. En Islandia las mujeres cobran en torno a un 18% menos que los varones. Traducido en tiempo, significa que, en una jornada laboral, a partir de las 14.38 ellas trabajan gratis. Por eso, a esta hora dejaron sus puestos de trabajo y se echaron a la calle a protestar.

Y yo, ¿por qué tengo que ser feminista?

La noticia me recordó el artículo que escribí para Glamour hace unos años en el que otras mujeres respondían a la pregunta: ¿hay motivos para ser feminista en este nuevo milenio? Parece que sí, que aún es grande la brecha que alejan nuestros derechos de los alcanzados por los hombres. Por ello, aunque algunos datos requieren cierta actualización, considero que el texto no ha caducado, y aprovecho la ocasión que me brinda la protesta en Islandia para colgarlo en el blog en su integridad, tal como lo entregué a la revista.

En este artículo tienes unos cuantos datos y opiniones para que saques tus propias conclusiones.

Feminización de la pobreza

El 98 % de los recursos de la Tierra están en manos de varones. La mayoría de las 1.500 millones de personas que viven con un dólar o menos al día son mujeres. En todo el mundo, las mujeres ganan como promedio algo más del 50% de los ingresos de los hombres, y en el último decenio esas diferencias entre géneros se han ampliado.

Las mujeres que viven en esta situación no pueden acceder a recursos como los préstamos, la tierra o la herencia. No se consideran prioritarias sus necesidades sanitarias ni nutritivas. Y qué decir de sus escasas posibilidades de recibir una educación, apoyos sociales o de tomar decisiones en el seno de su propio hogar o la comunidad. En la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, se identificó esta problemática como una de las preocupaciones que requieren especial atención y la adopción de medidas por parte de la comunidad internacional, los gobiernos y la sociedad civil.

Discriminación en el trabajo

La misma patronal CEOE-Cepyme, junto a los sindicatos CCOO y UGT, presentaron a principios de año un documento en el que reconocen que las mujeres sufren altos niveles de segregación y mayor inestabilidad en el empleo (menos contratos indefinidos) que los hombres. El informe también constata que las mujeres carecen de servicios sociales de calidad y asequibles para la atención de los hijos o de las personas a su cargo, lo que limita nuestro desarrollo profesional.

Los empleos considerados “propios de la mujer”, especialmente los relacionados con el cuidado de otras personas, suelen tener condiciones poco satisfactorias, bajos salarios y escasas oportunidades de formación. No hemos conseguido equiparar los sueldos, aunque realicemos el mismo trabajo que nuestros compañeros, ni romper el techo de cristal, esa barrera invisible que nos impide alcanzar cargos de importancia en las empresas, a pesar de estar sobradamente preparadas.

En una reunión con la Asociación Catalana de Ejecutivas y Empresarias, la mayor parte de las asistentes admitieron que, alguna vez durante su trayectoria profesional, habían sido rechazadas para ocupar un puesto de trabajo por el simple hecho de ser mujer. El empresario reconocía su valía, pero temía que la empleada le dejara colgado para dedicarse al cuidado de la familia.

¿Cuándo descansamos las mujeres?

¿Tendría sentido una campaña como «Está claro, sabes limpiar. ¿Por qué no lo haces?» en un mundo donde el reparto de las tareas domésticas fuera equitativo? El 70 % de los españoles no participan de estas responsabilidades, lo que priva a las mujeres de disfrutar del ocio en la misma proporción que sus parejas.

Cuantos más hijos nacen en una familia, más económico resulta que uno de los progenitores abandone el trabajo y se dedique en exclusiva a las tareas domésticas. Ten por seguro que si alguien tiene que dejar el empleo o reducir su jornada laboral para ocuparse de los niños será la mujer. Inconscientemente, nos sentimos obligadas a sacrificar nuestras vidas por los demás, especialmente las españolas, que dedicamos un total de 45,8 horas a la semana a las tareas familiares, casi el doble que las danesas. Muchas feministas apuntan que de ese amor y cuidado que les dedicamos, los hombres sacan la seguridad que necesitan para ejercer su poder. La independencia emocional, aprender a amarnos a nosotras mismas, tener en cuenta nuestras necesidades, proyectos y deseos personales es uno de los grandes retos de la mujer de este siglo.

Los cánones morales no son iguales para las mujeres y los hombres

Según la psicóloga social Flavia Limone, no se utilizan los mismos cánones morales para juzgar a un género y otro: «Aunque no sea evidente, las mujeres seguimos siendo clasificadas en malas y buenas. Un mal hombre y una mala mujer son seres muy diferentes. Un hombre es malo si agrede a terceras personas, pero una mujer lo es, simplemente, si no se ocupa de nadie más que de sí misma. Si decides no tener hijos te tachan de egoísta, si l@s has tenido y no l@s consideras la prioridad en tu vida, lo mismo. Igual ocurrirá si optas por llevar a tu padre/madre o suegr@s mayores a un asilo de ancian@s. Como ya se ha mencionado, también eres mala si tu vida sexual es activa y no se explica por amor. Nunca serás considerada una buena mujer si eres tú lo más importante en tu propia vida, aunque jamás dañes a nadie y trates a l@s demás con respeto porque ser mujer, se entiende como ser para otr@s. Lo peor es que, como nos han educado para creerlo, también tú sentirás que no eres la mujer que deberías ser».

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El lenguaje sexista

«La lengua es reflejo y modo de reproducción de la cultura patriarcal», apunta Flavia Limone. «Así, una mujer pública no significa lo mismo que un hombre público; una mujer de la calle no es lo mismo que un hombre de la calle… ¿cómo dices que una mujer es la mejor en su campo, la mejor de todos, hombres y mujeres? “Es la mejor pianista de este siglo” ¿es la mejor entre las mujeres o entre todos los pianistas independientemente de su género? “Es el mejor pianista de este siglo”, ¿pero entonces cómo dices que es una mujer? Si dices que a los españoles les gusta el fútbol, ¿estás diciendo que a hombres y mujeres de España les gusta el fútbol o estás diciendo que sólo les gusta a los hombres españoles? Como ves, el “genérico masculino”, nada tiene de genérico. Nos oculta y nos confunde».

Faltan mujeres científicas y técnicas

Un 53% del alumnado de las universidades españolas son mujeres y el 59% de éstas terminan sus estudios frente a un 41% de hombres. Sin embargo, la presencia de las mujeres sigue siendo minoritaria en el terreno científico y técnico. A las chicas les cuesta decantarse por una formación académica técnica porque faltan modelos o referentes en los que reflejarse. Los prejuicios sexistas al respecto son tales que algunas jóvenes que cursan Ingeniería mienten sobre sus estudios cuando quieren ligar.

Abuelas esclavas

Para aliviar su sentimiento de culpa, las madres que trabajaban suelen dejar sus niños al cuidado de las abuelas. Bueno, por eso y porque el sueldo no llega para pagar guarderías y canguros. El doctor Antonio Guijarro ha acuñado el término “síndrome de la abuela esclava”, un cuadro clínico que presentan las amas de casa con responsabilidades familiares que les sobrepasa, pero no se quejan porque creen que no está bien protestar. Los síntomas, que ellas intentan ocultar, suelen ser cansancio, hipertensión, subidas repentinas de azúcar, decaimiento o tristeza. ¿Se librarán de la carga con los 100 euros mensuales que cobran las madres trabajadoras con niños menores de tres años?

No te preocupes, papá

Según apuntan muchos especialistas en la atención a los más peques de los hogares, un buen padre no tiene que preocuparse de pasar poco tiempo con sus hijos, puesto que la calidad es tan importante como la cantidad. ¿Te imaginas que le digan a una madre que es suficiente con jugar o hacer algo gratificante con sus hijos durante media hora diaria?

«Las investigaciones muestran que el tiempo en familia significa cosas diferentes para padres y madres», añade la psicóloga Flavia Limone. «Los primeros, suelen entenderlo como tiempo de presencia en casa; las segundas, como tiempo de cuidar de otr@s y de actividad doméstica (higiene, alimentación, ocupación de deberes escolares, etc.)».

Contra el patriarcado

El movimiento feminista también ha beneficiado a los varones, porque no lucha contra ellos, sino contra el patriarcado, culpable de que los hombres hayan perdido muchos espacios, como el territorio de las emociones y los afectos (ya sabes, los niños no lloran ni son unos quejicas si no quieren que les llamemos nenazas).

El patriarcado es un sistema social de dominación masculina que define unos roles sexuales determinados. Siguiendo las prácticas feministas de cuestionar la feminidad como modelo único de ser mujer, varios grupos de hombres se organizan a lo largo y ancho del planeta para cuestionarse la masculinidad que les han enseñado como modelo único de hombría, se replantean qué se entiende por ser varón sin atacar el feminismo. Han tomado conciencia de que ellos también son esclavos del patriarcado.

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Fotografía de Li Yang
Violencia de género

Desde 1980 las Naciones Unidas reconocen que la violencia contra las mujeres es el crimen encubierto más frecuente en el mundo. Tienes que haber vivido en una cueva, aislada y desconectada del resto del mundo, para no percibir que estas agresiones físicas y psicológicas siguen formando parte de la realidad cotidiana en 2003.

A partir de una investigación realizada en la Universidad Autónoma de Madrid, el psicólogo español Andrés Montero ha acuñado y desarrollado el término “Síndrome de Adaptación a la Violencia Doméstica”: ante una exposición constante a las agresiones en el seno del hogar, la mujer se desorienta, pierde la noción de la realidad, se siente incapacitada para poner en práctica recursos propios y pedir ayuda externa, y termina por ceder y mostrarse sumisa, es decir, se adapta a esa especie de cautiverio.

Así lo ve Virginia Olveira desde su experiencia en el programa televisivo que presenta en 25TV sobre el mundo de la pareja: «Todavía hay muchas mujeres que aguantan todo tipo de vejaciones y malos tratos porque se les ha hecho creer que es mejor estar mal acompañada que sola. El hombre que permanece soltero a los treinta es un ‘soltero de oro’; una mujer que a esa edad aún no se ha comprometido empieza a ser una ‘solterona’».

Estereotipos publicitarios

Aunque se han producido grandes cambios (hombres fregando platos, planchando o cocinando…), la publicidad todavía ofrece imágenes estereotipadas y discriminatorias y continúa dando un trato denigrante hacia la mujer, como demuestra el aumento de quejas y denuncias en este sentido recibidas en el Instituto de la Mujer.

Los estereotipos más repetidos, según el análisis que realiza el Observatorio de la Publicidad son la reducción de la mujer a la función reproductiva y la atribución exclusiva del cuidado de la familia y el hogar; la presentación de las mujeres como objeto sexual pasivo, es decir, el uso del cuerpo femenino para la venta de productos sin relación con él, y situarnos como una propiedad o carga del varón.

El deber de ser hermosas

Después de haber leído e investigado sobre el mundo de las feas para escribir su obra La deuda de Eva (Editorial Lumen), Alicia Giménez Barlett llegó a la conclusión de que esta sociedad nos obliga a ser hermosas, y que, como dice su editora, solamente podremos hablar de igualdad entre hombres y mujeres el día en que lleguemos a tener al frente del país a una presidenta fea y tonta.

Las que se apartan de los cánones estéticos marcados sufren una segregación similar a las víctimas del racismo o la xenofobia. Junto a los sagrados deberes como madre y esposa, la mujer tiene la obligación de ser bella y para cumplir con ella se pone en peligro la propia vida. La lucha de las jóvenes por alcanzar la imagen de las modelos femeninas se traduce en patologías modernas como la anorexia y la bulimia.

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Una habitación propia

¿Es largo el trecho que nos separa de una sociedad sin discriminaciones? Núria Parlon*, licenciada en Ciencias Políticas y analista en el ayuntamiento de su ciudad, cree que aún tenemos trabajo: «Virginia Wolf, en su obra Una habitación propia, demostró hábilmente que una mujer para escribir buenas obras necesitaba independencia económica y personal. Este status era inusual entre sus coetáneas, y aún hoy, en el siglo XXI sigue siéndolo para muchas mujeres. Pensemos por ejemplo en la mitad de las españolas en edad activa que no disponen de un trabajo remunerado, es decir, siguen sin una habitación propia o, lo que vendría a ser lo mismo, siguen sin ese espacio en el que proyectarse individual y socialmente. La mayoría de mujeres de nuestra generación queremos formar parte de esta sociedad con la finalidad de transformarla y mejorarla desde diferentes ámbitos: el artístico, el académico, el económico, el político etc. Pensemos que en la política, un espacio por excelencia reservado a los hombres, el 28% de los miembros del Congreso son mujeres. Este es un porcentaje que, aun siendo pequeño, hubiese sido impensable hace 50 años cuando las mujeres necesitaban la firma del entonces llamado cabeza de familia para abrir una cuenta de ahorro. Por lo tanto creo que el tiempo transcurre a nuestro favor, ya que hemos conseguido formar parte del mismo en un sentido dinámico y transformador. Ahora bien, es necesario que en este recorrido no tengamos que renunciar a parte de nuestro equipaje para llegar a la meta. Somos mujeres y queremos estudiar, trabajar, crear, y en definitiva gozar de libertad. Debemos trabajar por un nuevo contrato social en el que hay que pactar y negociar hasta la letra pequeña y las cláusulas anexas. Creo que ninguna de nosotras quiere convertirse en una superwoman de ficción y/o en una neurótica estresada como a veces se nos define peyorativamente en algunos círculos masculinos. Simplemente queremos un reconocimiento social en términos de equidad. En definitiva una habitación propia no necesariamente con vistas al mar, ¡pero sí con luz!»

¿Qué me pasa, doctor?

En la ciencia y la salud todavía predomina el modelo masculino. La mayoría de estudios sobre enfermedades de todo tipo se han centrado sólo en el hombre, sin tener en cuenta qué repercusiones pueden tener en el cuerpo femenino. Un ejemplo: los efectos de los niveles de toxicidad de los insecticidas y pesticidas que se utilizan en el campo, se han calculado en grupos de trabajadores varones, blancos y jóvenes. ¿Qué efecto tiene la absorción de estas sustancias químicas en nosotras, con distintos niveles de grasa y diferentes repercusiones hormonales? ¿Cómo afectan a nuestro ciclo menstrual?

Gracias a las protestas de varios científicos que denunciaron la exclusión de las mujeres en los ensayos e investigaciones, han surgido grupos de trabajo sobre mujer y salud en diversos países del mundo. Pero aún queda mucho por hacer: la diputada Manuela de Madre, a quien han diagnosticado fribromialgia, se ha expresado públicamente al respecto y asegura que las enfermedades que, como la que ella padece, afectan mayoritariamente al colectivo femenino apenas se investigan; se las considera “cosas de mujeres” y de origen psicológico, porque nos preocupamos en exceso por asuntos sin importancia.

Pecadoras

La píldora ―por cierto, a ver cuándo sacan la masculina y nos libramos un rato de los efectos secundarios― nos ha liberado sexualmente, pero vamos a quitarnos la venda de los ojos: una mujer promiscua sigue siendo una guarra, mientras el hombre que liga mucho es un triunfador. Y lo que más duele es que las críticas más encarnizadas pueden brotar de bocas femeninas. ¿Cuándo creeremos de verdad que tenemos el mismo derecho que ellos a disfrutar de nuestro cuerpo?

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La falocracia

El sistema patriarcal también ha decidido cuál es la forma correcta de gozar de nuestra sexualidad. Según el patrón dominante, se sigue considerando el orgasmo vaginal como el único válido, a pesar de las completas investigaciones que Masters y Jhonson realizaron sobre el coito, quienes concluyeron que solamente existe un tipo de orgasmo, puesto que este siempre se consigue con la estimulación del clítoris, ya sea directa o indirectamente. También los informes de Shere Hite revelaron que el 70% de las mujeres no alcanzan el clímax mediante la cópula sin más. Sin embargo, millones de féminas creen que algo funciona mal en ellas si necesitan algo más que la simple penetración para llegar.

Trabajo y sexo

Explica Lídia Guinart** en su libro Soy mujer y pretendo trabajar (Debolsillo): «Durante mucho tiempo se ha considerado que profesiones como la de secretaria llevan implícito en el cargo el tener que aguantar las “lindezas” del jefe». Quedan muchos y muchas convencidos de que las situaciones de acoso sexual son provocadas por la misma mujer, que tiene la desfachatez de ir a trabajar con minifalda, amplio escote o pantalón excesivamente ajustado.

También la escritora Carmen Salas, autora de Dime con quién trabajas y te diré con quién te acuestas (Plaza & Janés), asegura que «las mujeres, debido a que enfrentan una realidad laboral mucho más dura que los hombres en cuanto a tipos de contrato y sueldos, corren mayores riesgos al mantener un idilio con un compañero de trabajo. Sólo las que consiguen ocupar cargos directivos (una minoría) pueden vivir esa experiencia con cierta tranquilidad, aunque de forma discreta. Desafortunadamente, estos hechos aún sirven de excusa para juzgarlas y cuestionar su capacidad profesional en un mayor grado que a sus colegas masculinos».

Porno para nosotras

Hasta para erotizar nuestra mente lo tenemos más crudo, especialmente si te has librado de miedos y vergüenzas y buscas material visual. La inmensa mayoría de las películas pornográficas están hechas pensando en los hombres, como indica la presentadora del programa televisivo Sexe, sí (25TV), Virginia Olveira: «No hay pornografía para nosotras. Aunque sobre gustos no hay nada escrito, es de lo que se quejan la mayoría de las mujeres. El otro día me contaron un chiste: “¿Por qué las mujeres, cuando ven pelis porno, se quedan hasta el final? Pues para ver si los protagonistas se casan”. Es malísimo, pero bastante significativo. Y no es que no nos vaya el sexo tanto como a los hombres, no es cierto. Pero el sexo que consiste en que la metan, la saquen, se corran y punto, deja mucho que desear».

Tener o no tener hijos

La pensadora Simone de Beauvoir se ponía de los nervios cuando le preguntaban por qué no había tenido hijos. ¡Nadie le hacía esa pregunta a su compañero Sartre! A las puertas de este nuevo siglo la situación no ha cambiado demasiado.

Nunca ha habido en España tantas mujeres sin descendencia. La mayoría esperan que su calendario profesional y la situación económica se lo permitan antes de que se les pase el arroz (¡maldito reloj biológico!). Pero algunas comienzan a levantar la voz y reconocen que su visión fatalista de la vida no les invita a procrear. Las más valientes confiesan que los mocosos les dan repelús, y que peor es engendrarlos para salvar un matrimonio o porque es lo que corresponde a quienes alcanzan cierto estatus social. En fin, ser mujer y declarar que no te gustan los niños es políticamente incorrecto.
*Fotografía de edsavi30 en Pixabay

*Núria Parlon es en la actualidad alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet y vice primera secretaria del PSC.
**Lídia Guinart es actualmente diputada en el Congreso de los Diputados de España.

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