Gemidos, susurros, gritos… es la acústica del sexo, la melodía de la pasión, indicadora de cuánto se desea al otro y de lo satisfactorio del encuentro. Los más atrevidos recurren a frases picantes, palabras obscenas y, si gusta, a los insultos. Todo vale cuando los implicados están de acuerdo en los ingredientes que van a utilizar para intensificar el placer. Es lo que se llama Dirty Talk , en español: “Hablar sucio”.