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«Me veo fea»: los Trastornos de la Imagen y la cirugía estética

Se miran al espejo y no se gustan. Prefieren la cara del famoso o la famosa que admiran a la que les concedió la naturaleza, y por más que gasten en operaciones, siempre se ven feos. Son los que padecen dismorfia corporal. 

los trastornos de la imagen corporal y la cirugía estética

Soñar con tener otro aspecto físico

Yo creo que casi todos lo hemos deseado alguna vez, ¿no?, lo de despertar convertida en la chica de esa película, en tu superhéroe favorito, en el cantante que imitas sobre un escenario imaginado, en un futbolista. 

Cosas de niños. 

Y de locos, como el que se creía Napoleón en aquellos programas de humor rancio que se hacían antes. 

Afortunadamente, esta sociedad ha decidido que está muy feo reírse de locos, de alcohólicos o de gangosos. 

En televisión, claro, en las comedias, en el cine. Y hasta las novelas se miran con la lupa censora de la corrección política que acorrala peligrosamente la libertad creadora. 

Otra cosa es lo que sucede en las redes sociales, donde cualquiera que se exponga públicamente puede sufrir un linchamiento por abrir un canal de YouTube sin saber pintarse las cejas. 

Y otra cosa, también, es lo que se permite que ocurra en la clínica de cirugía plástica. 

Conviérteme en un famoso, doctor

«Hace unos años, cuando el fenómeno Michael Jackson estaba en pleno apogeo, dos o tres individuos vinieron a mi consulta vestidos como su ídolo, con la pretensión de que les hiciera su misma cara». 

La declaración es del doctor Jorge Planas, cirujano plástico, que ha tropezado con algunos pacientes que sufren el síndrome de Adoración al Famoso, al que dediqué otra entrada de este blog. El doctor Planas habló sobre los afectados por ese síndrome en grado extremo cuando ese artículo fue publicado en la revista CNR, personas a quienes no les basta con la admiración, sino que quieren ser un calco de su ídolo o clonarse físicamente en él. 

De hecho, ya entre los propios Jackson hubo disputas sobre el tema. La Toya Jackson, hermana del cantante, hizo públicas en su día unas declaraciones en las que afirmaba, muy enojada, que su hermano le había copiado la nariz. 

De entre las mujeres que acuden a la Clínica Planas a diario, sólo una había pedido a la carta “el rostro de Isabel Adjani”. No se puede negar la originalidad de la propuesta, no es que se trate de la actriz más famosa del mundo. Fíjate, ¿tú la conocías? 

personas que quieren parecerse a famosos: Isabelle Adjani


Lo habitual es que una mujer quiera ser Pamela Anderson, que además es más fácil de conseguir: tetas y labios de silicona, nariz pequeña, fibrada a golpe de gimnasio, tinte y extensiones capilares, e indumentaria escasa y prieta. 

Los cirujanos plásticos honestos disuaden a este tipo de pacientes, en los que el síndrome de adoración al famoso se mezcla con la dismorfia corporal, también llamada dismorfofobia, y los remiten a un doctor en psiquiatría, que es quien debe curar el trastorno de personalidad que sufren. Los honestos, repito, porque algunos no saben decir «NO» a las demandas de este tipo de pacientes.

«Se trata de seres con neurosis obsesiva respecto a un personaje popular en concreto», explicaba el doctor Planas. Años atrás, en España, un dismorfofóbico asesinó, pistola en mano, a su cirujano plástico. Y solo le había realizado una intervención del tabique nasal; imagina que le hubiera pedido la cara del novio de Barbie como hizo este hombre. 

brasileño que se operó para parecerse al muñeco Ken


Y ahí es donde quiero ir a parar. ¿Cómo se permitió que este brasileño afincado en Londres pasara por más de 40 operaciones estéticas para parecerse a Ken? 

Por no hablar del caso de esta joven iraní que quiso ser la doble de Angelina Jolie. 

joven iraní que se operó para parecerse a Angelina Jolie

Los trastornos de la imagen no se arreglan en el quirófano

Lo que es habitual es llevar a la consulta de medicina estética “la foto de”. Sobre las operaciones de nariz, el doctor Planas decía: «Muchos vienen con una foto de una actriz, un actor o de modelos anónimos de los que pueblan páginas y vallas de publicidad, y quieren “esa nariz”. Pero cada nariz es única e intransferible y jamás quedará idéntica, se aproximará, porque depende de la piel y la anatomía de cada persona. La nariz operada sale de una nariz ya existente, no parte de cero. A los cirujanos, una foto nos orienta, es un modelo a seguir, y captas la idea del paciente. Quizás de estos pacientes, un mínimo porcentaje lo hagan para emular a su ídolo, pero no se trata de una idea obsesiva, sino de alguien que les gusta físicamente». 

En las operaciones de senos sí es casi norma que las pacientes, antes de ingresar en quirófano, muestren al cirujano fotos de su “pecho ideal”. En palabras del doctor Planas: «Más que actrices, suelen ser modelos esculturales, de las que posan desnudas en algunas revistas. Es normal, así sabes qué forma y volumen de pecho quieren.» 

Vale, puede que hasta yo esté dispuesta a ponerme otras tetas, para qué te voy engañar. Pero ¿qué pasa cuando nunca tienes bastante, cuando no hay manera de que el espejo te devuelva la imagen con la que sueñas? 

Muchas de las personas que se gastan un dineral en operaciones de cirugía plástica padecen un trastorno psicológico: tienen una imagen deformada de sí mismas. Aquello que les acompleja ni siquiera es un “defecto” real, como les sucede a las mujeres flacas que se ven gordas, y por eso, por más veces que acudan a la clínica estética y se operen de aquí y de allá, no consiguen mejorar. 

Si te pasa como al argentino Fran Marino, que para encontrar al amor de su vida cree que tiene que cambiar su cara por la de Ricky Martin, tal vez lo que de verdad necesitas es cambiar tus lentes, no solo para verte en el espejo, sino para mirar en tu interior y descubrir qué esperas del amor y qué entiendes por una vida feliz.

Si tu felicidad depende del aspecto físico, ¿qué pasará cuando envejezcas? ¿Te pasarás la vida entera en el quirófano?

¿Cómo afronta nuestra sociedad la dismorfia?

Como antes comenté, una cosa es lo que exija la nueva corrección política, y otra muy diferente es el comportamiento que tiene la gente en las redes sociales, en la calle o en la escuela, y hasta qué punto distorsionan la imagen que tenemos de nosotros mismos.

Los ejemplos que acabo de exponer son realmente casos extremos de trastornos de la imagen, pero ¿qué es la dismorfia?

La dismorfia corporal o el trastorno dismórfico corporal es un desorden psicológico relacionado con la percepción que tenemos de nosotros mismos, se trata de una excesiva preocupación por lo que consideramos un defecto en nuestra apariencia física, ya sea real o imaginario.

Es decir, que, para la persona que padece dismorfia corporal, los complejos son una obsesión que no le permiten disfrutar de la vida.

¿Y sabes qué? Muchos de los famosos con los que nos comparamos y a los que algunos quieren parecerse también están llenos de complejos. Hasta un bellezón como Uma Thurman sufrió un trastorno dismórfico corporal por el que encontraba deformidades en su aspecto. ¿Te lo puedes creer?

Los factores culturales pesan mucho a la hora de sentirnos a gusto con nuestra nariz, nuestros pechos o con el trasero que tenemos.

Hace unos días, la gallega Belén Edreira, amiga de Facebook, y lectora voraz, contaba esto en su muro personal:

«Escoitado hoxe na terraza dun bar:

"Máis vale ser puta que gorda, polo menos ás putas non lle din nada á cara. As gordas temos que escoitar de todo"
(Casi cuspo o café)  »

Supongo que no necesita traducción.

Soy medio gallega por parte de padre, y reconozco enseguida esa retranca. Es muy saludable para afrontar las burlas ajenas.

Estoy segura de que al leer esta anécdota, más de uno pensará que el comentario venía de alguien con sobrepeso. Pero lo cierto es que no es necesario estar por encima del peso saludable para que te consideren obesa. Recuerdo mi monumental enfado cuando vi que en las redes sociales llamaban a gorda a esta mujer, Emilia Clarke, la espectacular Khaleesi de la serie Juego de Tronos:


Emilia Clarke, la popular Khaleesi, también fue considerada gorda

¿No te dan ganas de gritar «¡Dracarys!»? A mí sí.

Digo yo que para llamar gorda a esta mujer hay que tener una idea distorsionada de la realidad, y que, tal vez, la dismorfia sea un trastorno que padece mucha más gente de la que imaginamos.

El modo en que contemplamos el físico dependerá del lugar y el momento en que vivimos. Cuando mi madre, recién casada, apareció en el pueblo de mi padre, la gente pensó que era demasiado flacucha para trabajar la tierra. Mi padre era patrón de barco y mi madre sastra, y vivían en la ciudad de Cádiz, ¡no sé qué tierra iba a trabajar! Pero lo importante es lo que dijo mi padre: «Si mi mujer no os gusta, no os preocupéis, no tendréis que verla más. Pero una cosa os advierto: yo tampoco volveré a pisar este pueblo».

Ahí estaba, el «¡Dracarys!» de mi padre. Y nadie dijo una palabra más.

Lo que nos dicen cuando somos niños, la aceptación por parte de la familia sobre todo (¡cuidado con las madres que señalan defectos de sus hijos!), y las burlas de los amigos o compañeros en la escuela, tienen una enorme influencia en nuestro desarrollo y en el aprendizaje a la hora de dar más o menos valor a lo que piensen los demás. Y también en nuestras primeras relaciones amorosas. Según el modo en que hemos sido tratados en la infancia, permitiremos los comentarios despectivos de nuestra supuesta alma gemela o la mandaremos a paseo.

Algún día tendré que hablar de las diferencias que existen entre el sentido del humor  y las bromas que solo hacen reír a quienes las hacen y a sus palmeros.

Y ahora, dime, ¿qué le dirías a tu pareja si quisiera transformar su imagen? 

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