En la década de los 70 Shere Hite se atrevió a preguntar qué pensaban las mujeres acerca del sexo. Y provocó la auténtica revolución sexual.
La primera vez que escuché el nombre de Shere Hite salió de la boca de una colaboradora en el programa de radio en que yo trabajaba, hace ya unos treinta años. Era una mujer divorciada que, como muchas otras mujeres de su generación, había parido dos hijos sin conocer el orgasmo.
Me contó que no sentía nada cuando tenía relaciones sexuales con su marido, y que entonces se publicó el Informe Hite, lo leyó y le propuso a su pareja probar lo que indicaba el libro. «Por primera vez experimenté el placer sexual, y entonces él me llamó ‘puta’. Comprendí que jamás sería feliz en esa relación».
Shere Hite se ha ido de este mundo en silencio. La noticia de su muerte tendría que haber ocupado las portadas de los periódicos, y la mayoría de nosotros nos hemos enterado de su fallecimiento días después.
¿Quién era Shere Hite?
Mucho se ha hablado de la revolución sexual de los 60, de la idea del amor libre, del ‘haz el amor y no la guerra’. Pero si aquello fue un paso hacia la libertad sexual para las mujeres se debió más bien a que coincidió con la aparición de la píldora y perdimos el miedo a los embarazos no deseados.
La conquista del placer y de un modelo de sexualidad con el que sentirnos satisfechas llegaría más tarde.
«Esa revolución sexual sirvió para darnos permiso para tener relaciones sexuales, pero las mujeres todavía teníamos algo que aprender: que también éramos libres para decir “no”. De lo contrario, solo los hombres disfrutaban realmente de esa libertad», explica otro testimonio.
Cuando era una veinteañera, Shere Hite trabajó como modelo para sufragarse los estudios de historia en la Universidad de Columbia, y hasta llegó a posar desnuda para algunas revistas. El anuncio de una máquina de escribir fue el punto de inflexión. En él posaba como la secretaria sexi y podía leerse: «La máquina de escribir es tan inteligente que ella no tiene que serlo».
Convertida en activista del feminismo, se lanzó a preguntar a las mujeres qué les gusta en el sexo, qué sienten, qué piensan sobre él. Más de 3000 mujeres de diversas edades y condiciones sociales, solteras y casadas, respondieron al cuestionario. El resultado fue el Informe Hite: estudio de la sexualidad femenina, publicado en 1976, que la revista Playboy llamó “El informe del odio”.
¿Por qué?
El informe reveló que la mayoría de las mujeres se procuraban placer por sí mismas gracias a la masturbación y que, como esa mujer de la radio que mencioné al comienzo, hasta un 70% de mujeres no tenían orgasmos durante el coito. De hecho, muchas lo fingían.
Gracias al Informe Hite muchas mujeres dejaron de sentirse sexualmente incompletas y de culparse a sí mismas por no llegar al clímax en sus relaciones de pareja. El libro de Shere Hite rompió mitos como el creado por Sigmund Freud, según el cual el orgasmo conseguido por estimulación del clítoris era propio de mujeres inmaduras. Y a mediados del siglo XX, la comunidad científica aseguraba que el orgasmo femenino no existía porque no era necesario para quedarnos embarazadas. Un buen argumento para permitirse el lujo de ser egoístas en la cama, ¿no crees? No me extraña que los hombres se sintieran atacados.
Los orgasmos de las mujeres del siglo XXI
Años después aparecieron los estudios sobre el punto g. Pero, la verdad, poquitas mujeres se lo encuentran.
Esto explica una maestra de 36 años en uno de los testimonios recibidos por una servidora para el estudio sobre fantasías sexuales:
«Mi primera penetración fue con 17 años, llevaba dos con mi novio; él también era virgen y lo planeamos. Yo tenía la regla y lo hicimos sin preservativo, Me dolió bastante, éramos torpes, pero tengo un recuerdo muy bonito. Seguimos practicando y surgieron los problemas: me daba vergüenza masturbarme delante de él y que él lo hiciera, y con la penetración no conseguía un orgasmo. Esto me obsesionó durante años.
» Con mi marido alcanzo el orgasmo con el sexo oral, pero no con el coito. Con mi amante tampoco, pero la penetración era muy placentera. Ahora ya no me obsesiona, me queda el gusanillo de no saber qué se siente, pero el sexo oral es tan bueno que lo suple todo. Quisiera experimentar más, pero no con mi marido, con él no me apetece, y además eyacula rápido y no me da tiempo. Creo que practicaré con el dedo. Esta es la época de mi vida más activa sexualmente.
» Empecé a masturbarme a los 16 años, por casualidad tocándome por encima de la braguita llegó un día una sensación especial. Lo hago a menudo, si estoy ovulando dos veces seguidas porque tengo más ganas. He llegado a tener cinco orgasmos seguidos, aunque tengo rachas de menor intensidad. Lo considero enriquecedor para la persona y la pareja, ya que te conoces mejor. Muevo mis dedos sobre el clítoris, casi nunca me penetro, en un par de ocasiones me introduje un plátano y en otra una vela. No me dio placer.»
Según todos los estudios, sólo un 30% de las mujeres experimenta orgasmos vaginales sin que medie estimulación directa del clítoris. Así que la búsqueda del punto G me parece otra fuente de frustración. Si los orgasmos clitorianos tienen tan poco valor, ¿qué sentido tiene esa tradición monstruosa de la ablación en los pueblos africanos?
En cualquier caso, el orgasmo durante la penetración se experimenta por la estimulación del primer tercio de la vagina, que es donde se concentra la sensibilidad. Es decir, que los orgasmos supuestamente vaginales también son clitorianos, pues son fruto de una estimulación indirecta del clítoris.
Y si la penetración o la introducción de objetos no resulta placentera por sí sola, como le sucede a este testimonio, pero se tienen orgasmos, ¿qué problema hay en estimular el clítoris durante la cópula?
El libro de 1976 no fue el último estudio sobre sexualidad femenina, tanto en este como en el último, publicado ya en el siglo XXI, Shere Hite descubrió hasta seis formas de masturbarnos, que seguramente no serían las únicas. Uno de los métodos de masturbación más comentado fue el de estimularse con el chorrito de la ducha.
Años después de su primer informe, publicó también un estudio sobre sexualidad masculina, donde los hombres revelaron la presión que sentían por tener que mantener la erección, por llevar el control en la relación sexual, sus dificultades para expresar sentimientos, la necesidad de sentirse deseados y no ser siempre los que desean… Aunque no faltaban los que necesitan proteger el papel del responsable de la relación sexual.
De cualquier modo, veo a las jóvenes preocupadas por experimentar el placer como muestran las mujeres en el porno, por encontrar el dichoso punto G, por sentir algo con el sexo anal más allá del dolor o por conocer el multiorgasmo, y percibo la necesidad de volver a leer el Informe Hite cuarenta años después.
Querida Shere Hite, querida señora, vamos a tener que resucitarla.
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