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Un nuevo reto, un viejo miedo

Yo puedo abandonar lo que me haya propuesto en cuestión de horas, pero con otros propósitos soy la persona más disciplinada que conozco a pesar del miedo que me producen. Este ha sido mi balance.

Los buenos propósitos, el miedo a afrontar los desafíos y la necesidad de disciplina

Yo soy mis propósitos y mis circunstancias

Cuando el sol del último día del año deja de alumbrar, las redes sociales se llenan de listados de deseos y buenos propósitos. La gente hace balance del año que queda atrás y se plantea nuevos retos de cara al nuevo año o retoma los que quedaron pendientes. 

Nunca fui de las que cumplen con ese ritual, al menos no soy de confeccionar una lista de objetivos en la víspera del año que comienza. 

Para muchas personas el cambio de año es el momento de proponerse nuevos retos. Para mí, no. En parte, porque todavía tengo mentalidad de escolar y doy más importancia al ciclo que comienza en septiembre, después del largo parón del mes de agosto. Y porque estando de vacaciones de verano es cuando mi mente vagabundea entre ideas, viajes que inspiran historias y una relajación que permite que la imaginación ande suelta. Tumbada bajo el sol tenue del atardecer, con el arrullo del sonido de las olas, sin saber a dónde me pueden llevar las fantasías… entonces es cuando llegan más lejos, mucho más que sentada ante una pantalla en blanco. 

Además, y dicho de otro modo: el estrés no da lugar a que la imaginación revolotee, y las navidades son harto estresantes. Plantear qué voy a cocinar para celebrar las fiestas o qué regalo hacer a mis seres queridos no me deja pensar en nada más.

Y existe una segunda razón: dudo mucho que pueda cumplir con todo lo que me gustaría proponerme. Quizás algunos me llamen pesimista; aunque yo creo más bien que soy realista. 

Verás, cuando me decidí a organizar mi vida con el método Bullet Journal, mi madre, que llevaba cuatro años requiriendo nuestros cuidados, comenzó a presentar los síntomas de dos enfermedades más que aumentarían su sufrimiento. La predicción de los médicos era la peor. Mi madre se moría, y todos los esfuerzos y las energías de mi padre, mis hermanas y míos tenían un único objetivo: que estuviera cómoda y el final fuera lo menos doloroso posible. 

Así que, a pesar de los muchos cuadernos y octavillas con anotaciones que tenía sobre la nueva novela, con toda la planificación y casi la mitad de los capítulos escritos, puse el título de Propósitos en una página de mi Bullet Journal del 2018 y solo apunté uno: acabar el primer borrador de la novela. 

Cuando una situación te viene grande y es fuente de estrés emocional, es preferible no adquirir compromisos, sobre todo cuando involucran y afectan a otras personas. Es uno de los motivos por los que opté por la autopublicación con Alas negras y chocolate amargo cuando mi madre sufrió el ictus. No podía comprometerme con una editorial. Y como la experiencia ha sido positiva, apuesto por esta vía con la nueva novela. 

Año nuevo, novela nueva

Pero me estoy adelantando. 

Como decía, solo había apuntado ese propósito, el de acabar un borrador que casi siempre se queda en material que utilizar para escribir lo que de verdad será la novela. Una historia que había comenzado a concebir tres años antes como comedia gamberra. Hasta que mi madre sufrió el derrame cerebral a finales de 2014, y se me quitaron las ganas de reír. 

Y entonces llegó febrero de 2018, y mi madre nos dejó. Así, con el año recién estrenado, después de tantos ingresos hospitalarios, después de tantas visitas a urgencias, después de todas las consultas a los especialistas que la trataban —neurólogos, neurocirujanos, digestivo, hematóloga, cardiólogo, dietista, psiquiatras, traumatólogo…—, de búsqueda de ayuda y protección en la Administración y fuera de ella, me encontré con el año recién estrenado y un montón de meses de profundo vacío al que tenía que hacer frente. 

Siempre es así. Algo que te duele se va, puede ser un ser querido o alguien que te hacía daño, y tanto en un caso como en el otro, se queda un vacío que tienes que llenar o te hundes. Y yo tenía la suerte, la inmensa suerte de contar con la escritura. 

Si además es la escritura de una novela, de una historia que inventas, esta tarea te absorbe mucho más que los libros de corte periodístico que he escrito con anterioridad. Tu vida se llena de personajes a los que llegas a conocer mejor que a ti misma. 

Además, soy la persona más disciplinada que conozco (y no, tampoco tengo abuela). Así que en poco tiempo había cumplido con el único propósito apuntado, y en unos meses más ese primer borrador que suelo escribir a mano se transformó, con ayuda del teclado y el silencio de muchas mañanas, en una novela terminada y lista para editar. 

Se titula Heridas ocultas, y espero que esté disponible para que puedas leerla a finales del próximo mes de febrero y ya está disponible. Creo que podría considerarse una novela negra, aunque tampoco tiene mucha importancia que se catalogue en un género u otro, la verdad. Una de sus lectoras cero dice que la considera novela realista. Puede que tenga razón. Como escribí unas líneas más arriba, iba a ser una comedia gamberra y ha acabado siendo un drama. La vida me metió una paliza y derrumbó mi ánimo. 

Por si no te habías dado cuenta, no soy perfecta

He presumido antes de mi disciplina, pero no siempre consigo reunir la voluntad suficiente para afrontar un reto. A comienzos de este año me decidí, una vez más, a dejar de comerme las pieles de los dedos, y no se me ocurrió otra cosa para la tarde del 1 de enero que ver la serie La maldición de Hill House. Terror gótico y drama familiar. ¿Adivinas cuál fue el resultado? 

También tenía la intención de publicar una entrada semanal en este blog, y no lo he conseguido, aunque le he dado al blog un mejor aspecto y he escrito mucho más que en años anteriores. 

Algunas mañanas se me van las horas discutiendo en las redes sociales, y me puede el miedo a no plasmar en el papel lo que tengo en mente, el miedo a no ser la escritora que me gustaría ser. Es un miedo viejo, que me acompaña desde que comencé a escribir y que no logro espantar siempre que lo necesito. 

Leo muchas menos novelas de las que tengo en la lista de pendientes, que crece a un ritmo más alto que el de lectura. Pero no me castigo por ello. Dedico gran parte del tiempo de lectura a libros y textos que me sirven de documentación. De modo que cada año miro con cierta y sana envidia los retos de lectura a los que muchos de mis amigos de las redes sociales se apuntan, pero prefiero dejarlo pasar y atender a mi propia lista de ebooks ya comprados que me quedan por leer, a los libros que esperan pacientes en las estanterías de casa mientras se llenan de ácaros que me impedirán leerlos en papel, y a las necesidades de documentación para próximos proyectos. 

Y hablando de próximos proyectos… Los Reyes Magos me han traído una caja con productos de higiene con virtudes relajantes, que buena falta me hace. Lo de relajarme, quiero decir (¿te he dicho que practico el autocanibalismo con mis dedos?). Coloqué los productos aromáticos en el cuarto de baño y me enamoré perdidamente de la caja. 

Desde hace unos meses, y como suele ocurrirme antes de publicar una novela, ya anda mi mente tejiendo otra trama. Así que me he armado del material apropiado para afrontar ese nuevo desafío —cuadernos de notas, octavillas para poner esas notas en orden y abordar la estructura y cuadernos donde escribir un primer borrador—, y he llenado con él la caja de color rosa chicle. Me ha quedado así, como ves en la fotografía. Tan bonito todo, que da pena emborronarlo con mi letra, por más pluma con tinta violeta que utilice. 

Cualquier nuevo proyecto que queramos llevar adelante necesita una planificación
Una caja preciosa donde me aguarda el próximo desafío

Y ya está. Esto es todo cuanto quería explicar sobre este asunto de proponerse retos, que hay que procurar que sean propósitos alcanzables, realistas, y que, si no vas a poner voluntad, mejor no perder el tiempo haciendo listas. 

Cuando haya publicado Heridas ocultas, cuando haya soltado a mi criaturita de la mano para que sea sometida a las críticas y opiniones de los lectores, yo ya tendré algo con lo que llenar ese hueco que me va a dejar, ese vacío, un nuevo embarazo que evite la depresión postparto. 

Ahora, a reunir de nuevo el valor necesario para enfrentarme a ese viejo acompañante: el miedo. Es posible que pruebe la regla de los cinco segundos: iniciar una cuenta atrás (5-4-3-2-1-0) y ponerme con ello.

Pero entonces sucedió que...

Propósitos en tiempos de pandemia

Y sucedió que abrí la cajita rosa para proyectar la nueva novela cuando una epidemia se extendía por el planeta, porque, como decía John Lennon, «la vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes». 

¿Tú sabías que existía un mamífero llamado pangolín? Yo, tampoco. Un tipo compró uno de estos animales a quien lo vendía ilegalmente en una ciudad de China, y así se mató a sí mismo y a cerca de dos millones de personas en todo el mundo.

Mi plan era visitar con frecuencia la localidad en la que se desarrolla la trama de esa novela que tenía en mente, cuando, de pronto, las autoridades y el sentido común me daban la orden de quedarme en casa. 

Nos confinamos en el piso de mi padre para no dejarlo solo, y me quedé bloqueada hasta para escribir una línea en este blog. Sé que les ocurrió lo mismo a otros colegas escritores. La angustia, la ansiedad, el miedo no nos permitían siquiera disfrutar de las lecturas.

Creo que discutí y me peleé con la mitad de amigos del Facebook. La exposición excesiva a las redes sociales no es buena: una acaba radicalizándose de un modo u otro. Tuve que tomar cierta distancia para recuperar el equilibrio y encontrar el modo de frenar lo que amenazaba con ser una caída en la depresión. Y la encontré: desempolvé otro proyecto que aguardaba en el cajón desde hacía tiempo.

Tal vez sea esta la única vez que hable de ello en este blog, porque se trataba de probar un género que prefiero escribir bajo seudónimo. Y eso es lo que he hecho y continúo haciendo mientras no podemos dedicar el tiempo a los viajes y a quedar con los amigos.

«El momento elegido por el azar vale siempre más que el momento elegido por nosotros mismos», dice un proverbio chino. Creo que el azar me ha dado el empujón que necesitaba para aceptar el nuevo desafío. Y estoy orgullosa de ponerme con ello, tenga o no tenga éxito.

En cuanto a las redes sociales, voy a seguir aplicando aquello que Polonio le decía a Laertes en el primer acto de Hamlet: «A todos presta tus oídos; tu voz, a pocos. Escucha el juicio de todos y guárdate el tuyo». Me ha ido bien así.

Tengo suerte de vivir en una burbuja en la que refugiarme bajo la mantita y permitir que las lecturas me lleven lejos de aquí. Los libros que leemos son naves viajeras que te trasportan a otros mundos, otros tiempos, otras pieles. 

También me dejo llevar por las historias que imagino y que deseo compartir con quienes quieran leerme. Esa luz todavía no se ha apagado. Quizás tenga que ajustar algunas rutinas para alcanzarla, pero sigue brillando.

Y mientras leemos (y escribimos), a esperar que esta tercera sexta ola sea de escasa altura y pase pronto. 

Conclusión: es bueno tener propósitos guardados en el cajón, nunca sabes cuándo los vas a necesitar para mantenerte en pie

Feliz año y mucha salud.

descarga aquí la novela Heridas ocultas, de Sonsoles Fuentes

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Comentarios

  1. Hello, estoy intentando escribir mi biografía, algo dura pero auténtica. En éste caso, no me importan las malas críticas. Mr gusta mucho tu blog

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