Me llama el jefe de redacción de una revista femenina: “¿Podrías escribir un artículo sobre el sexo lento?”. Y es que desde que me dio por recopilar las fantasías sexuales que tenemos los humanos de este país, todo dios me pide que hable del temita.
El trastorno de interés sexual y de la excitación suele ser el principal motivo de consulta sexológica por parte de las mujeres. La vida está llena de altibajos, eso es cierto, pero, en muchos casos, vivir aceleradamente acaba convirtiéndose en la norma.
Una mujer necesita estar relajada para tener ganas, dicen los especialistas. ¿Cómo va a nacer el deseo si ni siquiera tenemos tiempo para mirar al otro a los ojos?
Para colmo, algunos medicamentos, como los anticonceptivos o los antidepresivos, también pueden provocar una pérdida de libido.
Cuando el estrés nos quita las ganas de tener sexo, cuando las alteraciones de la vida diaria impide que sea placentero, va siendo hora de poner el freno para disfrutar de una sexualidad saludable.
Sexualidad y teoría de la desaceleración
El asunto no es más que la teoría de la “desaceleración” aplicada al arte amatorio.
¿La qué teoría? Sí, lo de vivir con menos prisas, pisar el freno y deshacerse de las tensiones, un concepto creado por los norteamericanos Joe Domínguez y Vicky Robin, que llevan 20 años practicándolo.
Si el dinero te quema en las manos (no suele pasar en estos tiempos), vives por encima de tus posibilidades (ha pasado en otros tiempos), compras de forma impulsiva (¿te acuerdas de aquellos tiempos?) y has perdido las ganas de entregarte a las delicias eróticas a causa del estrés (quizás es lo único que no ha cambiado aunque el estrés tenga otras causas), puede que haya llegado la hora de replantearte tu estilo de vida.
¿Por dónde empezar? En ciudades metropolitanas como esta en la que vivo la cosa presenta más dificultades. Hemos crecido sin espacios, apretándonos cada vez más y el roce no siempre hace el cariño. Pero como dice Laura Herrojo, mi profesora de yoga, “la queja nos roba energías que podríamos emplear para encontrar soluciones”. Le hago caso y lanzo la careta de víctima por el retrete. Y ahora vamos a por las estrategias para recuperar la calma:
La búsqueda de un horario flexible, que se acomode a las necesidades personales y familiares sería una posibilidad. No está al alcance de todos, es cierto, pero vale la pena planteárselo. Sin olvidar la filosofía del desarrollo sostenible (hay que cuidar los pocos recursos que tenemos) y mostrar una actitud cívica. El cuidado del entorno también es responsabilidad de cada uno de los que vivimos en él.
¿Más cosas? Aprovechar lo que la ciudad, o mejor aún, nuestro propio barrio nos ofrece para realizar compras o hacer uso de los servicios que necesitamos, en lugar de trasladarnos y perder el tiempo en transportes públicos o transformarnos en el increíble Hulk porque hemos tenido la brillante idea de coger el coche a las seis de la tarde.
Y que no falte el cuidado de nuestro físico, por supuesto. No para parecer top models, no. Me refiero a encontrarse mejor dentro de este cuerpo al que le exigimos demasiado y maltratamos tanto. Valen desde las técnicas orientales (taichí, yoga, meditación…) hasta los ejercicios gimnásticos más rítmicos, pasando por los bailes de salón o estimulantes paseos hasta algún lugar con interés histórico de nuestra ciudad. Cada cual tiene que encontrar sus propias recetas para ganar en calidad de vida… y satisfacción erótica.
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